domingo, 5 de diciembre de 2021

Juguetes rotos.

A diario me pregunto dónde quedaron las palabras. Dónde fueron las promesas, los sueños y las ilusiones. ¿Será que, a medida que creces, van perdiendo su esencia? ¿Será que de verdad lo que dices se lo lleva el viento? Aunque esté escrito en roca sólida, con la lluvia se termina resquebrajando y las letras se rompen. No será eterno en este plano al que venimos a sufrir lo que en el otro no podemos. No hay nada infinito en este planeta donde incluso la mayor voluntad se ve mermada en algún momento. Nada permanece fuerte para siempre. Ni siquiera el amor. 

Muchos dicen que es un sentimiento muy poderoso, como el fuego que arde en lo más profundo del volcán de la vida. Pero en realidad es el más frágil, por algo muy simple... Es algo entre dos seres. Dos existencias completamente distintas e independientes mentalmente. Un constante tira y afloja, un vaivén de emociones que con él conviven. Algunas coexisten, otras van con el viento en contra. En el momento en que uno de los dos pierde el equilibrio y no son capaces de posar el pie juntos de nuevo en tierra, todo se desmorona. Palabras, promesas, sentimientos, vivencias, memorias, sentimientos, emociones, gestos, caricias, besos. Todo se rompe, tan fácil como decir "adiós". Tan fácil como dar la espalda a todo lo ocurrido y actuar como si no hubiera pasado, esquivando el agujero con el que tropezaron. Abandonando. Dándolo por perdido. 

Cuando el amor acaba de una forma tan repentina como al tropezar y elegir caer y hundirlo en lo más profundo en lugar de levantarlo, deja un profundo vacío. Desolación. Dolor. Algo inacabado, cosas pendientes. Sueños, futuros que se desploman con la facilidad con que un niño rompe un juguete, con la esperanza de que alguien lo arregle por él, o de apartarlo hasta que se arregle solo, para luego volver a intentar jugar. Pero no puedes jugar con un juguete roto si nadie lo ha arreglado. El destino será el mismo una y otra vez, como un bucle sin salida. Se rompe, lo abandonas, y cuando crees que está curado, vuelves a intentarlo, solo para darte cuenta de que sigue roto, y tirarlo una vez más... hasta que el juguete queda irreparable.

La vida es efímera. El amor es efímero. Los recuerdos pueden permanecer un tiempo, pero, al final, también desaparecen. Nadie recuerda toda su vida palabra a palabra. Si no podemos luchar por quien queremos por recuperar la comodidad, si no podemos luchar por nuestros sueños por miedo a cambiar en el camino, si no elegimos la lucha en lugar del conformismo, si vemos el cambio y el progreso como abandonar nuestro propio ser... ¿A qué hemos venido? 

Al final, quedaremos estancados en el agujero en el que elegimos tropezar y hundiremos tanto en él la cabeza por miedo a que alguien nos intente sacar de ahí, que cuando intentemos salir nosotros mismos, estaremos tan adentro que no recordaremos el camino de vuelta. Y, así, nuestra alma volverá al cosmos sin haber aprendido. Sin haber luchado, habiendo abandonado lo que en vida amábamos, por no ser capaces de dar un paso atrás y saltar el muro.

Seremos ese juguete roto, que tendrá que volver al mundo a sufrir una vez más, hasta que aprendamos a evolucionar. 

Hasta que aprendamos a amar.

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